11 sept 2009

DRUNK #2



Tuve el descaro de navegar en la octava dimensión después de Neptuno. Tuve la picardía también de enamorarme de la mujer violeta que habita al fondo de esta casa –aunque en mi casa nunca hubo fondo en realidad.

Tuve la gracia de someterme a las más salvajes alteraciones climáticas aquella lejana noche del 26 de abril, y todavía puedo seguir cantando a capela sin sentir ningún remordimiento.

Hoy logré desencadenar en mi cabeza un sentimiento tan común que no puedo recordarlo.

Pero tengo la manía de contárselos cual si fuera queso: lo unto, lo embarro a mis discernimientos sobre la brevedad de la palabra odio.

No me odio, pero no me entiendo. Quisiera saber si no fui hecho para escribir conjugaciones semánticas. ¿Será simplemente que nadie es capaz de concebir qué demonios quiero decir?

Debo ser sincero: soy irremediablemente cínico para escribir un noticiero, no llevo siquiera un diario, carezco por completo de fórmulas y características propias de la cultura pop. Nací demasiado viejo para vivir. Crecí clavado en una cruz de hierro.

Mi corazón es muy complejo para describirlo. Catártico, anda de vianda en vianda. Come a mordidas de la paciencia de las palabras y la premura de sus dislocaciones.

No tengo nada de lo que pueda estar conforme, sin embargo me enorgullezco de concebir cada día una nueva idea. Mas, qué mierdas, ninguna se concreta del todo.


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